Be water my friend.
Hacía ya dos semanas que no pasaba ningún mercante. Mi faro podría estar cerrado en esta isla de corrupción. Hace bastantes meses que pasó una chalupa, en dicho barco había unos piratas que parecían transportar algo valioso, quizá su jefe. Los piratas pudieron pasar el muro que rodeaba la isla. No es un muro normal, es un torbellino que no deja pasar a los barcos pequeños. Algunas dificultades para llegar a la isla sufría la marina; que ya dejó de vigilar a la isla hace décadas. Ésos piratas parecían inseguros de llevar a su jefe al centro de la isla. Porque pocos pueden abrirse paso en la jungla de Belcebú. Poco pude ver de su jefe, lo que vi fue la espaldas de una mujer.
Estaba observando ante mis ojos una ciudad escondida entre la jungla, una ciudad que desde el faro no se puede apreciar ni una sola calle.
Corrí hasta mi zona, el faro. Porque debía observar qué tenía esa chalupa, cómo pudo pasar esa miniatura el muro de Belcebú. Pero el barco no estaba, y, no dejó rastro aquella pasajera rubia, aquellos piratas ni aquella ciudad.
Llamé a mi buen amigo Calaveretti, el detective. Principalmente porque tenía ganas de saber cómo pudo desaparecer aquella ciudad sin dejar rastro y, porque le estaba haciendo un favor a ése detective huele braguetas que no tenía un buen caso desde que había los balcones de palo.
Al llegar, vino con una patera (que daba asco) y me dijo "sube al barco" si aquello se le podía llamar barco.
Estábamos pasando el muro de Belcebú (como la jungla, se ve que la primea persona que vino a la isla era anticristo) a remo y pala y en el último esfuerzo para pasar el muro de Belcebú había los piratas, aquellos que desaparecieron sin dejar rastro, disparándonos con una pistola y gritando "¡Maldito Calaveretti, se ha vuelto a escapar!"